En realidad todos estamos al borde del abismo pero no lo sabemos. Todos los días, cada día de nuestra vida, rozamos la tragedia, una sombra acaricia suave nuestra nuca, acecha el frío. Una moneda cae del lado de la alegría, como en Match Point, pero casi nunca lo vemos. Sencillamente seguimos andando, mirando el suelo —casi nunca el cielo— para no pisar los charcos. Perder la partida es dejarse vencer por el peso de lo urgente, pensamos que tenemos el control sobre las cosas que nos pasan. Pero no es verdad. El control es una ilusión.
Sábado por la mañana. Un ratito después de enviar Tras la niebla damos un paseo por el campo, mi madre y yo, apenas ha amanecido. Al pie de los cerros, en el arcén de la prisa, observo el milagro: ya han florecido los primeros almendros. Hablamos de su hermana —de su vida sin ella. Hablaban todos los días del año. Es lo primero que hacían al alba: llamarse. Hablamos del próximo viaje que haremos en apenas unas semanas, del limonero que tanto gusta a Laura, le cuento detalles del próximo libro: “Primavera del año que viene, mamá”. Me pregunta por estas cartas, ella no tiene email así que le digo que un día (pronto) le traeré un buen taco de esos textos que envío cada sábado, para que las pueda leer, impresas en una tipo 14. ¿Por qué no lo he hecho antes? Lo he comentado aquí infinidad de veces, pero me cuesta (mucho) trasladar ese mantra a mis días: la vida no espera. Antes de volver recogemos un puñado de limones que llevo a casa en una bolsa de plástico.
Pasamos unos días fuera. Los limones siguen, todavía, en la bolsa. El avión que nos trae de vuelta a casa se aproxima dócil al Mediterráneo. Jueves por la tarde. Un puntito rojo sobre la ciudad nos alerta, crece el murmullo en los pasillos, es un incendio. En Campanar, General Avilés con Maestro Rodrigo, un edificio de catorce plantas, las llamas desatan un infierno. Los móviles se iluminan con mensajes, (malas) noticias, el miedo es presencia. “Parece una broma. No puedes decir nada, ayer estabas en casa con los vecinos, ibas a trabajar, a recoger al niño y hoy no tienes nada” —son las palabras de un afectado, vivía en la décima planta. Más mensajes. Ha fallecido la hija de alguien cercano, pasaba la tarde con una amiga, tenía doce años. También una pareja con sus dos hijos pequeños, el relato de su vecina hiela la sangre, lo firma Noa de la Torre en El Mundo: “Murieron asfixiados en el baño mientras ella se despedía por teléfono de su madre”. Un niño pequeño de dos años y un bebé recién nacido, de apenas quince días. El dolor es inimaginable. “Estuvieron hablando hasta que la señal se cortó”. Todos los días acecha el frío. No hay plan. Tan solo este ahora.
Gracias por la carta de hoy y de cada sábado Jesús.
El texto me ha traído el recuerdo de esta canción: “Verge” de Owl City. Sonó en nuestra boda hace cinco años, la semana pasada supimos que estamos esperando un bebé. Unos amigos y su hija, han perdido su casa en el incendio, escaparon de milagro y están bien. Han perdido todo, pero en el fondo saben hoy que lo tienen todo.
Cada día estamos “al borde del resto de nuestras vidas” dice la canción.
Un abrazo Jesús. Solo la desgràcia nos trae una realidad aplastante. Somos aire que gira a gusto del destino. Digamos mas te quieros y menos hoy mo tengo tiempo.