Esta semana la carta es diferente. Si es que lo es. Diría que no. Iremos viendo. Leí el otro día que hay escritores mapa (Faulkner) y escritores brújula (Amélie Nothomb), razón frente a emoción, la recta frente a la curva, Apolo o Dionisios, Atlántico o Mediterráneo. Como si la vida fuese una cosa u otra. Qué tontería, hay tantas formas de mirar como personas, hace tiempo que dejé de creer en blancos y negros. Desde aquí (¡que me suelten les digo!) reclamo el derecho a la contradicción, a pensar un día una cosa y otra al siguiente, a llorar de alegría. El derecho (qué miedo quien cree conocer todas las respuestas) a estar perdido, a meter la cabeza bajo la almohada, a no saber qué hacer, qué decir, qué sentir.
Pensé una cosa el martes, volvía de Madrid, cansado, casi siempre adopto el papel de ser quien escucha, es (a veces) agotador. Sobre la repisa del tren Madre de corazón atómico de Agustín Fernández Mallo, subrayo una frase —“Nada ni nadie puede cuidar a los demás si, en primer lugar, no se cuida a sí mismo”. Lo dejo estar. Intento dormir. No puedo. Dos emails más, ondas concéntricas derivadas de aquella piedra sobre el mar en calma que fue la carta de Nuria en Correspondencias: “Ahora con 55 sin trabajo, fuera del mercado laboral por la edad, sin familia (ausente, como siempre), sin amigos. ¿Qué se hace cuando ya no se tienen fuerzas para seguir luchando? ¿Qué salidas hay? ¿Merece la pena tanto sufrimiento? Tanta lucha agota”. Esas ondas son mensajes de calor, sin juicio, dan cobijo, me escribe Nuria. Los lee. No puedo evitar preguntarme: ¿Sirven de algo? ¿Es suficiente ese pequeño gesto de cariño de quien expresa: “no te conozco, pero aquí estoy”? No lo sé.
Una lectora, Ana, me escribe un privado vía Instagram: “Hola Jesús, llevo tiempo pensándolo y al leer a Nuria, se me ha ocurrido otra vez. No sé si es viable, igual es una idea loca: hacer quedadas entre lectores que seamos de una misma zona, no lo digo en modo cafecito que si pasa pasa, pero sí para apoyar a gente que como Nuria o otros de esta comunidad, lo estén pasando regulinchi”. Sonrío. Yo también uso esa palabra, regulinchi. No es una idea loca, Ana. Conectar personas nunca lo es. Es una cosa que hablo mucho con Alberto, sabemos que la vida es un círculo, hoy estás aquí y mañana allí. Como en Match Point. Él el más sociable, le recarga estar con otras personas, yo tiendo a la soledad, al aislamiento. Ese ruego, el de Nuria, podría ser el mío dentro de diez años. No siempre es fácil conocer gente con la que compartir sensibilidades.
Así que he pensado que esta carta no sería una carta, más bien un espacio —los comentarios de aquí bajo— donde, por qué no, lectoras (y lectores) puedan encontrar miradas no tan lejanas a las suyas. Un encuentro, un café, un mensaje, un camino. A veces, un sencillo gesto amable puede cambiar el mundo de otra persona. ¿Por qué no lo hacemos más entonces? Anoche celebramos (bajo la sexta luna llena del año) el solsticio de verano, que anuncia la llegada de la luz sobre la piel. El renacer de la diosa la diosa Litha: fuego, calor y belleza. Es tiempo de honrar lo que está por venir, es momento de brillar, es ahora cuando salimos de la cueva, ahora vemos el mundo. Dejar atrás el miedo. Todo comienza con un paso.
El auténtico lujo es que te tiendan la mano, escribía Jesús estos días, y yo no puedo estar más de acuerdo. Así que mano tendida desde el norte, Galicia en concreto, para quien lo necesite o le apetezca, presencial, virtual, un mensaje, un escrito..... No soy experta en nada, solo puedo ofrecer estar, nada más. Yo he tenido la suerte de tener siempre una mano tendida. Feliz sábado a todos
Bien me gustan el Blanco y el Negro, pero el espectro de matices es tanto que para que limitarse… soy muy de Lorca y parafraseándole… “es imprescindible ser uno y ser mil para sentir las cosas en todos sus matices. Hay que ser religioso y profano. Reunir el misticismo de una severa catedral gótica con la maravilla de la Grecia pagana. Verlo todo, sentirlo todo. En la eternidad tendremos el premio de no haber tenido horizontes.”
Vivirlo todo.
Escuchar a todos.
Abrir nuestras mentes y no dejar nunca de aprender.
No hay nada más determinante a la hora de estar seguro de algo, que haber escuchado otras ideas.
Enriquecerse es inacabable.