El despertador suena sin sonido (en su lugar, una vibración en la muñeca) en ese momento extraño en el que arranca el día pero todavía la noche anda al mando de las horas. Este silencio atronador es mi selva y en esta selva me desperezo lento, las gotas del café caen desde el filtro, me dejo mecer por los olores (el aceite sobre el pan, la humedad de la mañana, la vela que de tanto en tanto enciendo) y el roce de los gatos exigiendo su mimo. Lo consiguen. Siempre. Las ideas, también, se desperezan. Y bailamos ellas y yo sobre el folio en blanco. Qué bonito es escribir. El resto, es silencio. “El resto es silencio” fueron las últimas palabras de Hamlet, príncipe de Dinamarca. Me visto en el estudio, pantalón de algodón color crema, un polo azul clarísimo, esta mañana iré en bicicleta hasta los tinglados, por si acaso un jersey en la mochila, quizá refresque. Hablo con Juanjo a media mañana —mañana tenemos una charla— es propietario de un restaurante en Madrid, en la calle Ballesta. Dice que, conforme se hace mayor, entiende menos el mundo. Sonrío al otro lado. Lo veo vivísimo, se lo digo, le admiro un montón porque no sabe andar otro camino que el de la verdad. Es el único que merece la pena ser andado.
Es jueves por la tarde, termino de entrenar, el guanteo me ha dejado roto. Antes de volver a casa me siento un rato en mi banco de siempre, todavía no hay niños, llega hasta aquí el salitre del mar del que tan solo advierto un lejano azul índigo. Observo la hojarasca cubriendo el sueño, recuerdo un párrafo de Buscaba la belleza que retrata exactamente este momento. Las hojas lo cubren por completo creando un tapiz de hojas ocres y corintios, es difícil no hacer una fotografía así que tengo como cien capturas exactamente iguales. Mentira: no son iguales. Las hojas nunca caen de la misma forma, existen cientos (miles) de pequeñas, imperceptibles diferencias. Con las rutinas sucede lo mismo.
Laura también está KO, es su primer día de regla —sus dos primeros días son terribles. Nos duchamos juntos, su sangre se mezcla con el agua, se deshilacha como un río sobre la piel, también hay belleza en esta imagen. Más tarde compramos unos vuelos a Copenhague. Publico un post con un mantra que es más anhelo que certeza: “La prisa mata”. Me escribe una lectora desde Ciudad de México, “la prisa no es elegante, dice un buen amigo”. Me gusta, sonrío, lo apunto, ahí late una carta, tiro de ese hilo hasta un comentario en Dejar que pasen cosas: “Pues yo quiero transformar las rutinas en libertades, seguir sintiendo esa libertad a pesar de las rutinas. Hacer de la rutina poesía”. Es obra de Marma, hace nada me recomendó encarecidamente Vivir deprisa de Brigitte Giraud (Premio Goncourt 2022) pero no le hice caso. Me siento culpable. Pronto anochecerá. Paseamos, como cada día. Cenamos una crema de verduras con algo de humus, cecina, manzanilla pasada Pastrana. Siempre a la misma hora. Ella apoya su vaso con hielos sobre la madera del reposabrazos. Nuestra gatita se enrosca sobre mi regazo. Un par de capítulos de The Bear. Hacer de la rutina poesía. Andar el camino de la verdad. No hay otro.
Antes de respirar con normalidad darte las Gracias por esa rutina compartida. Esa es la belleza de la generosidad. Que importante es ser verdad y ser de verdad, deberia ser la brujula de cualquier vida. No concibo una vida con mascaras ni por mi ni por mi entorno. Pero basicamente, sabes que cuando uno siente de verdad y es verdad la vida se multiplica. Me repito en mi consejo, lee VIVIR DE PRISA. 😍🫶
Hay mucha belleza en la rutina, sobre todo si la rutina es calma. Cuando se vive deprisa no hay tiempo de apreciar el olor del café, los cariños del perro, ese paseo a primera hora por el parque antes de empezar a trabajar... la prisa mata y anestesia. Anestesia los sentidos porque no hay tiempo para apreciar el instante. Estuve unos años viviendo deprisa por culpa de los horarios de la oficina, los atascos y la vida del todo para ya. Echaba en esos días tanto de menos la calma en la rutina. Que la vida nos de calma para disfrutar de la rutina. Gracias siempre por tus cartas.