“Si se preocupa por ti, no le importará”.
Era una tarde tirando a gris, paseábamos de la mano bajo un Madrid disfrazado de otoño —es que mi Madrid soñado tiene el color del otoño. Quizá es porque me pierden sus calles cubiertas de hojas secas, el primer frío de la mañana, cobijarnos bajo una manta, los libros viejos, un foulard de cashmere, lluvia tras la ventana, el olor a trufa, los platos con setas. Gorriones y jilgueros se arrullan en los bosques del Pardo. Aquella mañana aprendí, gracias a la bióloga Mónica Fernández-Aceytuno, que a la rama seca que se desprende de su árbol con un chasquido se llama cándalo. Las horas de sol se acortan, la medianoche se hace ancha, la tristeza (que también necesita el suyo) encuentra su lugar sagrado. Estos días la melancolía de la tardor (la estación patrimonio de los introvertidos) se cobija bajo la incandescencia de la ciudad más altanera. Es bonita esa paradoja.
La excusa era el cuarto encuentro de Claves. Aquel capvespre nos reunimos (esa pequeña comunidad de gente sensible que es como la madriguera que se esconde bajo el bosque de estas cartas) en torno a un café para hablar de todo y nada, de temas aparentemente importantes (“cómo empezar de cero cuando tu realidad te ahoga”) pero también de los otros. Los aparentemente más superficiales. Como si el amor fuese una cosa banal. Al encuentro traje algunas de las preguntas que de tanto en tanto se cuelan en vuestras Correspondencias, una de ellas trajo cola, era cosa de Manu Donoso: “Yo me planteo, después de una charla con mis dos mejores amigos, si en realidad es necesario conocer la historia de alguien para poder conocerle y comprenderle por completo. Lo pensé tras descubrir que uno de ellos no conocía una parte importantísima de mi pasado. ¿Por qué creo entonces que al conocer a alguien nuevo es importante contarlo todo para que pueda saber quién soy?”.
De ese río nacen afluentes, roca árida, arroyos de agua clara. ¿En realidad conocemos a quienes nos rodean? Tras la reunión una suscriptora se acerca a Laura, le confiesa que es la persona tras una de las preguntas todavía en el tintero. Es exactamente el espejo convexo del ruego de Manu —como en una ilustración de un test de Rorschach. Ella (nos cuenta) acaba de conocer alguien, se abre completamente, le confiesa que fue infiel en el pasado, él no encaja bien esa pieza del puzzle de su historia, la juzga con dureza, comienza a espaciar los mensajes. Laura le responde con calma, sujetando con ternura una de sus manos, con un consejo que escuchó hace unos días: “Si se preocupa por ti, no le importará. Todos tenemos un pasado. Y la gente que te quiere, quiere saber más. Y se toma tu pasado como un mapa de cómo amarte. No lo usan como algo para atacarte”.
Es viernes por la tarde, voy de camino al campo para estar con mi madre, los últimos rayos de luz se cuelan entre las montañas, escucho Fast car de Luke Combs, detengo el coche para hacer un alto, siempre me pasa cuando el cielo es un lienzo. Vuelvo a la plegaria. La gente que te quiere se toma tu pasado como un mapa de cómo amarte. Es verdad —somos la suma de cada acierto pero también de cada error, de cada ocaso, de cada cándalo. Noches fulgurantes, hecatombes cotidianas, azares y versos. Un firmamento de cosas que han sido, que están siendo, que un día serán.
"Todos tenemos un pasado. Y la gente que te quiere, quiere saber más. Y se toma tu pasado como un mapa de cómo amarte. No lo usan como algo para atacarte”.
Creo que esta reflexión es para enmarcar. Gracias a Laura por todo lo que aporta 💗 💗💗
1 cándalo……..2 empezar de nuevo………….3 la lucha continúa…………..4 es la vida …….
5 siempre llega