Los días se hacen altos en el calendario, florece el alazor, en el almanaque sekki es momento de que el trigo maduro sea cosechado. Pronto miles de hogueras alumbrarán el firmamento a lo largo de la noche más telúrica del año. En San Juan las llamas prenderán el cielo anunciando el comienzo del verano, el sol se despedirá de la primavera y el mar (bellísimo al anochecer) será un reflejo en el que mirarnos. Es la segunda puerta (quizá la más difícil) que ha de atravesar Atreyu en La Historia Interminable. Morla ha sido clara —para salvar Fantasía debe ir hasta el Oráculo del sur y hablar con Uyulala, la voz del silencio.
Es la Puerta del Espejo Mágico, que en realidad no es más que un cristal en el que uno se ve a sí mismo reflejado. Para cruzarla solamente hay que mirar la imagen que nos devuelve el espejo y atravesarlo. En esta prueba han caído Emperadores, Reyes con blasones de un corazón justo y los más grandes guerreros de la historia, ¿por qué? Porque el espejo no nos devuelve la imagen de quien creemos ser, sino de lo que realmente somos. Lo que vemos no son las apariencias, sino la realidad. Son tus sombras las que no reconoces. Es el enemigo invencible, ante el que el luchador más valiente huye muerto de miedo.
La noche de San Juan es también purificación y renacimiento. Intentarlo de nuevo, una y mil veces, quizá por eso amo el boxeo: cae siete veces, levántate ocho. Los antiguos creían que este era el momento de mirar hacia dentro, conócete a ti mismo y conocerás al Universo. Miro en mi espejo. En realidad no soy la persona que escribe estas cartas, no soy quien pasea lento cada tarde de su mano frente al mar, no soy ese que presume de consciencia, verdad, fragilidad. Soy el mármol frío, la prisa que mata, la ambición que no deja crecer las plantas. Soy quien no te contesta las llamadas, quien no sabe (¿o no quiere saber?) ponerse en tu lugar, quien no dedica tiempo a su mamá porque “está ocupado”. Soy la sombra. El verano que nunca llega. Nunca fui capaz de cruzar la segunda puerta del oráculo. Pero lo intento, de verdad, lo intento. Me asusta muchísimo que Laura vea quien soy en realidad —esa persona que casi no reconozco, que me mira desafiante desde la segunda puerta del Oráculo. Sé que mientras lo siga viendo como un extraño fracasaré en esta prueba. Pero lo intento. De verdad. Lo intento.
Como ya sabéis cada domingo mando Claves, la otra patita de esta Newsletter, la membresía que da acceso a esa bonita comunidad de gente sensible donde cabe todo lo que me inspira y me emociona. Como llevabais tiempo pidiéndomelo el domingo pasado presenté ahí El club Claves (no tenéis que hacer nada, va ligado a vuestra suscripción) que nace con este anhelo: voy a tratar de conseguir un descuento chachi en productos y servicios que amo.
Cafés de especialidad, velas artesanales, mi vino blanco favorito en España o quesos que te mueres. Ya lo escribí en aquella carta, Armar un plan: “No viajaré si no es para emocionarme, no compraré objetos sin una historia detrás, no apostaré por quien no apueste por hacer del mundo un lugar mejor: ya no tengo tiempo para marcas mediocres”. Nombres y apellidos. Clara Diez, Nolo y Pablo, Paula González, Adolfo Hornos, Antúnez. Cultura, conocimiento y corazón.
Nosotros por ahora hemos comprado una caja de viogner, tres velas, un taco de cafés y quesos ya ni os cuento.
Hace unos días me compré un libro sobre colores tradicionales japoneses. Cuando lo estaba hojeando, vi que buena parte del libro está dedicada al almanaque japonés y a las paletas de colores que nos regala cada una de las estaciones. Muy chulo.
Yo, al verlo, pensé automáticamente en Laura y en ti y eso me hizo sonreír por dentro, fue un momentito feliz. Creo que algo debes estar haciendo muy bien cuando consigues que personas a las que no conoces se sientan felices simplemente porque algo les recuerda lo que haces. Igual no te parece suficiente, pero yo creo que es un pasito hacia delante para cruzar la segunda puerta.
Yo también estoy en el intento, en la sombra. En el pasar de los días, y en me queda menos tiempo, en reflejarme en lo que detesto y seguir la inercia.
A veces veo destellos que me gustan y quiero atraparlos pero desaparecen y yo un poco con ellos. Me digo, estar en la lucha ya es intentar ganar. No hacerlo es ser siempre sombra.
Y sigo...❤️