Recuerdo como si fuese ayer cuando escribí 'No te vendas' en la tercera planta del Majestic, pleno passeig de Gràcia; sería algún fin de semana en torno a abril de 2012, la vida se me caía pedazos pero no lo parecía (casi nunca lo parece, ¿verdad?) y el folio en blanco era de los pocos anclajes que seguían indestructibles, certezas clavadas en piedra, incrustados a la pared de una montaña cuya base ya no veía: no veía una mierda.
Ganas de leerlo!
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