No recuerdo en qué presentación de qué película o qué charla inane con a saber qué gurú (Dios mío, esto parece una crónica social de Umbral) se cruzó ante nuestras narices ese mensaje inoculado en el hueso tóxico del reconocimiento: “el halago debilita”. Mantra espartano, la tiza en el Box, pensamiento (hueco) de coach de saldo, tendido 7, la letra con sangre entra y el sufrimiento como única vía de una idea del éxito cuyo idioma ya no hablo. No pain no gain. Qué pereza con el pain de las narices.
Credo sin hueco para el desánimo —ni la contemplación— más de dos hemos crecido despeñándonos en las cordilleras de la contención, el ascetismo del héroe; los hombres no lloran y el halago debilita. El amor de secano, devastador en todo lo que no dice, pero es que yo quiero decir. En viticultura llaman 'estrés hídrico' a hacer sufrir al viñedo (matarlo de sed, obligarlo a escarbar en la piedra fría en busca de la vida) a la caza de un supuesto propósito mayor, pero ese río de la excelencia deshoja sus huesos en el alquitrán de las quimeras.
“La infancia ha terminado / pero sé que hay lugares / en los que basta sólo una palabra / para encender el fuego”, es Rosa Berbel en la fabulosa Las niñas siempre dicen la verdad. Una palabra para encender el fuego; la certeza, esta certeza pesada como el invierno, de que no quiero dejar un verbo sin gritar —malditos sean los halagos no dichos porque el amor contenido no es, no puede florecer sin el sol de las palabras. Desde hace no tanto le digo te quiero a un amigo y me duele cada caricia no escrita, por eso es un puñal cada pequeña señal de Laura: estás muy frío. Y puede que me vaya de esta vida sin hacer (huérfano de castillos) pero ojalá sepa decir hasta la última palabra, vacío de calor. Una palabra para encender el fuego.
Marguerite Thompson Zorach
De las pocas cosas que aprendí en el confinamiento. Lo que anima un mensaje de cariño. Desde entonces, no me avergüenzo en decirle a la gente lo mucho que la quiero y la admiro. Precioso!!!!