“It’s a simple life”, es todo lo que busca Kate Bellm, fotógrafa de moda que tras París, Londres y Berlín ha decidido instalar sus bártulos (su hogar) en Mallorca. Una suscriptora de Claves, Silvia Sanz, recoge el guante: “Dejar mi Madrid, mi hogar durante treinta años. Como a Kate me da miedo dejar la ciudad por el campo, desprenderme de su ímpetu y de la vida acomodada que ya sé llevar. Cambio de estilo de vida para construir un nuevo hogar más tranquilo, tal vez más sencillo, más íntimo”.
Vivo instalado en la exhalación, los días suceden a los días, las noches a las noches; estaciones de tren, puertas de embarque y urgencias pequeñas no son más que destellos sin simiente, mi sentir se hace chico. Escribo en torno al hálito de estar vivo desde ese ímpetu que tantas veces (esto lo empiezo a intuir) no es más que anestesia. Bebo sin ganas. A veces entreno al amanecer, frente al mar, algo no va bien cuando su presencia —la de un día que nace— no te estremece. Una vida sin belleza no es vida. Desde el último Un ratito en casa, que grabamos en Lake District, Laura lanza una piedra pequeñísima al mar que genera ondas concéntricas, seísmo emocional. Allí comenta que la suya es una vida sin propósito, no hay por qué tenerlo, tan solo anhela amor, sentido, cuidar y ser cuidada. Un proyectil cubierto en la seda de su dulzura, un mensaje extremo en este hoy tan pendiente de su Ikigai, de la siguiente parada, del chispazo que será.
Un mensaje de audio de Danny Saltaren llega un par de días después, “He estado pensando en vuestra conversación, no es cierto que Laura viva sin proyecto porque su vivir sin propósito esconde el más importante, no elegir también es elegir, es bellísimo”. Danny también dejó la ciudad, vive con Francesca en una furgoneta, cocinan platos sencillos, creo que andan por el norte, pero nos escribe desde Peniche, en Portugal. Intuyo que se alejaron para estar más cerca de lo importante. Escribo por fin desde casa. No escucho más que el ronroneo de los gatos, el miedo se cobija bajo la calma, la alegría asoma sus tallos verdes, la vela que arde huele a azahar. Qué paradoja para el insaciable, en el destierro de la vida habita la vida misma. Quizá un día lo entienda. La luz prenderá de ternuras cada sombra, pero antes has de abrir las ventanas. No es aquello. Es esto.
Acabo de terminar mi desayuno de hoy. Descalza, sentada un escalón al sol en la terraza de mi casa en Cantabria. Necesitaba esto. Lleno (muchas veces sin querer del todo), el calendario de viajes interesantes para suplir y llenar el vacío de vida de ciudad en mi día a día. Vivo hace ya veintitantos años en un pueblo de dos mil habitantes. Yo nací en Madrid, y es verdad que a veces mi alma urbanita me pide acción. Pero hoy, en mi escalón, con mis tostadas con aguacate y queso crema, y mi café con leche, me he dado cuenta que así, a solas, en mi silencio, es donde ahora encuentro mi calma.
Me ha encantado la lectura de hoy. Siempre me gustas. Pero hoy, especialmente. Rascas y tocas puntos a los que no es fácil llegar.
Feliz sábado.
Y si nos damos cuenta que la vida es más sencilla de lo que nosotros pretendemos, que en la sencillez, lo efímero,lo simple, el “no elegir”, está el centro , el hacer nuestra vida un simple gesto, vivir mientras vives . Feliz fin de semana.